A partir de 2018, el 8 de marzo ha dejado de
ser el día de regalar flores a las mujeres, desde este año es el día de la
reivindicación y la lucha de todas nosotras por conseguir nuestros derechos, el
día en que dijimos de manera global: ‘Basta’.
La gratitud por
el reconocimiento de nuestras abnegadas vidas fue arrastrada por la marea de
millones de mujeres en todo el mundo rechazando la violencia del patriarcado y
su explotación. Superando con creces la convocatoria del año
anterior, la marea feminista se desbordó e hizo huelga señalando con el dedo a
los partidos políticos que se alimentan de la violencia y la opresión
patriarcal, la inseguridad y el racismo, el autoritarismo y la jerarquía para
someter a las mujeres en todo el mundo. Donde las políticas neoliberales de la
derecha gobiernan, se han intensificado y acelerado la precariedad y el
empobrecimiento de millones de hombres y mujeres.
El
éxito de la huelga del 8 de marzo debemos medirlo en la capacidad
para crear un espacio para una politización que parte de las mujeres porque la
lucha debe ser diaria y en todos los ámbitos. Es imposible
retroceder. Ya no es solo una cuestión de reconocer el carácter
excepcional de la convocatoria, sino que se ha de trazar la forma por la cual este proceso de politización se debe establecer en el mundo. Después del 8 de marzo,
podemos decir que el movimiento feminista puede
convertirse en una fuerza mundial capaz de oponerse al patriarcado y al
neoliberalismo a todos los niveles. Desde lo local a lo global.
Para hacer un balance del
éxito, debemos registrar primero las capacidades expansivas de este movimiento
global, confirmando la máxima
intensidad insubordinación contra el neoliberalismo en el espacio en que
nos encontramos y, al mismo tiempo, vemos su ampliación a nuevos lugares y a
diferentes realidades, manifestándose así con diferentes intensidades
y de distintas formas.
La violenta represión sufrida
por miles de hombres y mujeres que llenaron la plaza en Estambul confirmó
la capacidad de expresar, desde el rechazo a la violencia contra las mujeres,
la oposición al autoritarismo más aguda como la de Erdogan, que se manifiesta
por Turquía.
La movilización de trabajadoras
domésticas filipinas en Hong Kong mostró
claramente el vínculo indisoluble entre la violencia patriarcal, la
domesticación y la explotación del trabajo migratorio y el racismo.
Las combatientes kurdas
se unieron al grito ¡ No menos! - muestra
una vez más que la resistencia feminista y kurda en el frente de Afrin es
un hecho de importancia global.
China
por primera vez se unió a la ola feminista, la propagación de las quejas
acompañadas de ' hashtag’ #woyeshi (#metoo)
provocó protestas inesperadas de la calle, siendo capaz de romper las barreras
de la censura del gobierno y de poner en marcha un primer inesperada oposición
a la reforma constitucional recientemente aprobada.
En
Brasil, pocos días después del 8 de marzo, cientos de miles de mujeres y
hombres tomaron las calles para reclamar justicia después de la ejecución
brutal a la luz de Marielle Franco , cuya militancia feminista ha
sido parte de la lucha por justicia en las favelas .
En Argentina la
huelga se ha fortalecido en las movilizaciones de los últimos meses contra
la reforma de las pensiones y las políticas de expropiación y privatización del
gobierno de Macri, los feminicidios y los asesinatos políticos que los han
acompañado.
Las españolas quisimos bloquear
el país, como lo hicieron las islandesas durante aquel memorable día de huelga
de 1975, que marcó el primer paso de un largo camino que concluyó convirtiendo
ese país en un modelo de paridad. Desde el 1° de enero, en Islandia, donde
hasta hoy las mujeres ganaban 5,7% menos que los hombres, la paridad salarial
es obligatoria y controlada por el Estado.
.
La huelga feminista ha
creado condiciones para el protagonismo y la toma de palabra de diferentes
sectores de la sociedad que se unen en la búsqueda de la transformación social
y por la necesidad de manifestar el propio poder, porque miles de trabajadores y
trabajadores, muchos millones en el mundo, han podido aprovechar la oportunidad
de escapar colectivamente, aunque sea temporalmente, de la explotación diaria.
En los Estados
Unidos, las campañas como #timesup , #metoo y
las luchas diarias por los salarios, contra el racismo y las deportaciones
fueron el detonante de la huelga feminista, sacando a la luz el nexo
estructural entre la violencia machista , el acoso en el trabajo y la
explotación, entre el patriarcado y el capitalismo. Donde el Partido
Demócrata busca hegemonizar las movilizaciones masivas contra Trump. La huelga
feminista indica la conexión política entre aquellos que, viviendo a diario la
violencia del patriarcado, el racismo y la explotación, aspiran
a su protagonismo masivo para colocar una hipoteca radical en cada proceso
institucional y político en el tiempo por venir.
Las huelgas de profesores
de West Virginia o de universidades en el Reino Unido no
hubiesen tenido la misma importancia social y global sin la huelga
feminista. Las protestas contra las políticas de diferentes gobiernos no
habrían salido de sus fronteras nacionales sin el poder transnacional de la
huelga feminista. Esto se confirma como un movimiento que vive entre el 8
de marzo y el otro y que va más allá de los límites de la organización
militante, es decir, el
espacio en el que las estructuras se convierten en movimiento, del mismo modo
que el movimiento se convierte en una estructura política. Los
nuevos significados, las diferentes esferas, los mil comportamientos que el
feminismo se está fortaleciendo como en una legítima lucha de clases.
La
huelga feminista es un nuevo lenguaje que se aprende al practicarlo y con ella hemos cambiado las formas
tradicionales de la huelga, posibilitando la palabra y el poder de las que
buscan tenazmente una manera de oponerse a la violencia presente. Si la
violencia masculina y de género es sistémica, sobre la que se construyen y
mediante la cual se reproducen las relaciones globales de poder, entonces debemos
reconocer que nuestra lucha es una lucha universal. Para
ello no podemos consentir que los que practican y legitiman la violencia contra
las mujeres, se permitan hablar en nuestro nombre. No debemos tolerar que tomen
la palabra por nosotras porque nos volverán a silenciar.
La huelga feminista es un
reclamo inagotable de igualdad contra una sociedad global de violencia y explotación en la que vivimos.