¡HASTA AQUÍ HEMOS LLEGADO! NI PODEMOS NI QUEREMOS ESPERAR MÁS
Ana de Miguel
Profesora titular de Filosofía Moral y Política
en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid
No es fácil comprender bien las relaciones actuales entre hombres y mujeres
sin echar la vista atrás. Si no sabemos de dónde venimos no es fácil que
podamos interpretar el presente. Entonces, ¿de dónde venimos? Está claro que de
una sociedad que no sólo no condenaba sino que aceptaba y reforzaba la
desigualdad como un estado natural, normal y justo de cosas.
Partir de aquí nos permite hacer un diagnóstico rápido y sintético, como
exige este artículo, del momento presente y los retos del futuro. Podemos
sostener que hoy hemos pasado de la legitimación de la desigualdad a la
condena de la desigualdad. Y esto es un gran avance. Pero el caso es que
nuestra sociedad está hoy anclada en la condena. Un asesinato más, todo el
mundo a condenar. Pero no estamos avanzando y eso genera dos tipos de
malestares que nos rodean. Primero el de las feministas, que ya estamos hartas
de que se hable de un pacto de Estado o de corresponsabilidad y no se haga nada
en absoluto para materializarlo en proyectos reales. Y segundo, el de la
sociedad, que de tanto oír hablar del tema va percibiendo la idea errónea de
que hoy las mujeres están teniendo un protagonismo y unos
"privilegios" inmerecidos, por el "solo" hecho de ser
mujeres. Hay que fastidiarse. Es una manera bien sutil de neutralizar las ganas
de cambiar esta sociedad tan injusta y que todo lo corrompe. Y por eso nos
estamos conjurando alrededor de un lema que bien podía ser: hasta aquí hemos
llegado.
Uno de los retos principales del feminismo hoy es el de la claridad
conceptual. Y es que otra forma de neutralizar el feminismo es mantener, como
se está haciendo, que hay tantos feminismos como mujeres y que basta que una
mujer diga que hace algo porque le da "la puta gana" para que ese
algo sea "feminista". Frente a esto hay que explicar que el feminismo
no es una forma de ganar dinero, menos una marca para vender desde
"sábanas feminisitas" a "pornografía feminista",
"cocina feminista". Que no nos tomen tanto el pelo quienes quieren
vender algo.
En la actualidad miles de jóvenes están volviendo sus ojos hacia el
feminismo en busca de explicaciones y respuestas a una sociedad que, bajo la
apariencia de la igualdad y la libertad, del hedonismo y la transgresión
envuelve un neoliberalismo repugnante. Un neoliberalismo que traslada a las
jóvenes que su cuerpo es su mejor recurso, para la felicidad personal y el
éxito social. Que el cuerpo es una mercancía como otra cualquiera y tontas
serían si no le pusieran precio. Pues bien, ante esto el feminismo tiene un
mensaje claro: no somos cuerpos y nuestros cuerpos no son nuestra mercancía. De
ahí, de ser sólo cuerpos para la reproducción y el placer sexual de los hombres
es de donde decidieron salir nuestras hermanas sufragistas, socialistas,
comunistas y anarquistas hace más de 200 años.
El feminismo no es una teoría de la preferencia individual, es una visión
crítica de la sociedad y tiene un proyecto colectivo para luchar contra las
injusticias. Tenemos un rumbo, valores fuertes y no líquidos y un sentido de la
vida que queremos legar a las nuevas generaciones. Lo primero que ponemos en el
tapete es que el ser humano nace y muere vulnerable: durante muchos años de
vida necesitamos ser cuidados o, sencillamente, morimos. Y con toda generosidad
los hombres nos adjudicaron esta tarea a tiempo completo, y, ya de paso nos
cerraron las vías de la autonomía personal, social y política.
Por eso hoy queremos volver a repasar las cláusulas del Contrato Social del
que fuimos excluidas. Y, para comenzar, declaramos nuestra voluntad de incluir
en el Contrato los cuidados. Estas tareas son tan necesarias como
gratificantes, pero a tiempo completo aplastan. Luego una primera
reivindicación clara: Esto hay que repartirlo. Hasta aquí hemos llegado. Es un
mensaje claro a los hombres, nuestros compañeros de comunidad humana.
También tenemos un mensaje claro sobre todo el orden social. Si tenemos que
organizarnos para cuidar y para que algún día nos cuiden no queremos esta
sociedad capitalista y neoliberal que lleva al sálvese quien pueda y cada vez
se salva menos gente. No queremos jornadas laborales que nos incapaciten para
tener un proyecto de vida. Pero tampoco queremos trabajar sólo nosotras a
tiempo parcial y que mientras los hombres sigan identificándose como la
autoconciencia de la especie. Que sigan definiendo por tod@s lo que es el
progreso, lo que son los fines de la ciencia -¿ir a Marte? ¿Construir úteros
artificiales?- lo que es valioso e importante y lo que no. Que definan a su
imagen y semejanza lo que es productivo y lo que no lo es. Y hasta lo que es el
deporte, pongamos por caso, que es siempre "el deporte masculino". Luego,
de alguna forma, nuestro rumbo exige un cambio radical de esta estructura
social en que mucho “post”, todo es "post" ... y al final parece que
estamos regresando a una servidumbre feudal, eso sí, con internet.
Por último y porque no tengo más espacio, ¿estamos ante una nueva ola de
feminismo? Hace tiempo que se escribe, sobre todo en inglés, sobre la cuarta
ola o alguna escritora deja caer con entusiasmo si no necesitaríamos una quinta
ola. Creo que hay que evitar la tentación de coleccionar olas y la tentación de
estar comenzando siempre de nuevo. Tal vez sea mejor subirse con decisión a los
hombros de las gigantas y de las masas de luchadoras que nos han precedido. La
historia del feminismo, de lo que nos une, de lo que nos separa y sobre todo la
historia de lo que nos ha hecho avanzar es nuestra "caja de
herramientas". Sin ellas, sin aprender a manejarlas no cambiaremos el
sistema. Un sistema tan poderoso y universal que se solapa con el aire que
respiramos. Y, por supuesto, hay que ir haciéndose también con herramientas
nuevas.
fuente: Públicohttps://www.publico.es/mujer/hasta-aqui-hemos-llegado
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