jueves, 17 de enero de 2019

El cuento de la criada, de Margaret Atwood



"Amparándose en la coartada del terrorismo islámico, unos políticos teócratas se hacen con el poder y, como primera medida, suprimen la libertad de prensa y los derechos de las mujeres...
En la República de Gilead, el cuerpo de Defred sólo sirve para procrear, tal como imponen las férreas normas establecidas por la dictadura puritana que domina el país. Si Defred se rebela —o si, aceptando colaborar a regañadientes, no es capaz de concebir— le espera la muerte en ejecución pública o el destierro a unas Colonias en las que sucumbirá a la polución de los residuos tóxicos. Así, el régimen controla con mano de hierro hasta los más ínfimos detalles de la vida de las mujeres: su alimentación, su indumentaria, incluso su actividad sexual..."
Valoración
Hace ya un tiempo que teníamos gana  de leer esta novela -publicada originalmente en 1985-, entre otras cosas por la popularidad que ha alcanzado en los dos últimos dos años gracias a la emisión de la multigalardonada serie de televisión basada en la misma.
Como todo el mundo sabe a estas alturas, se trata de una obra de ciencia ficción distópica en la que mujeres en edad y condición de procrear son esclavizadas para ser utilizadas con dicho fin por parejas 'pudientes' no fértiles.
Con este argumento parece, pues, que nos encontramos ante una novela claramente 'feminista', si bien la propia autora aclara en la introducción de la obra que “Si eso quiere decir un tratado ideológico en el que todas las mujeres son ángeles y/o están victimizadas en tal medida que han perdido la capacidad de elegir moralmente, no. Si quiere decir una novela en la que las mujeres son seres humanos -con toda la variedad de personalidades y comportamientos que eso implica- y además son interesantes e importantes y lo que les ocurre es crucial para el asunto, la estructura y la trama del libro...En ese sentido, muchos libros son «feministas».”
Compartiendo, pues, lo dicho por la autora, subrayando el hecho de que en la obra las mujeres no solo son importantes sino que son las protagonistas fundamentales de la trama, que se basa precisamente en una capacidad exclusiva del género femenino como es la de traer descendencia al mundo, algo que, paradójicamente, en vez de haber supuesto importantes beneficios para las mujeres, se ha usado a lo largo de la historia en su contra, desde las situaciones extremas que plantea esta distopía hasta otras más sutiles como el sostener que las mujeres donde están mejor es en su casa al cuidado de sus criaturas, incluso en los casos en que esto les suponga una dependencia económica absoluta y la dificultad, si no la imposibilidad, de incorporarse al trabajo remunerado pasada la época de crianza. Además de extender este rol de 'cuidadoras' al servicio del resto de la familia, incluyendo al marido o compañero y a las personas mayores y/o discapacitadas de la unidad familiar. Un trabajo, cómo no, sin remuneración económica, como bien argumenta la profesora y activista feminista italiana Silvia Federici.
Nos encontramos, pues, ante una obra de ciencia ficción que basa su argumento en una de las raíces del patriarcado -intuyo que la principal-, régimen que busca la sumisión de las mujeres en pos de unos servicios a la comunidad que le son 'naturalmente' (?!) propios y para lo que el sector dominante cuenta con otras mujeres como cómplices para adoctrinar y/o aprovecharse de las que están en una posición más débil, mujeres cómplices que previamente han sido víctimas, a su vez, de adoctrinamiento para que vean estas situaciones de inferioridad femenina como 'normales', 'naturales'.
Se menciona esto porque la novela muestra lo que podríamos denominar como falta de 'sororidad' entre la mayoría los personajes femeninos que aparecen en ella, siendo curioso que esta palabra, divulgada bastante más tarde por la antropóloga mexicana feminista Marcela Lagarde, sale ya en este texto de 1985 como una propuesta de Luke, pareja inicial de la protagonista, como equivalente femenino al de 'fraternidad' (véase cita de las páginas 34 y 35).

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